“Quiero pasar mis últimos días en un país tranquilo”
Entrevista exclusiva con el Cura Pérez, sacerdote español y guerrillero que fue comandante del Ejército de Liberación Nacional ELN, muerto de muerte natural en la selva colombiana y cuyo paradero se desconoce (no se sabe si está en el cielo o el infierno).
- ¿Cómo le puedo decir? ¿Señor Pérez? ¿Cura Pérez? ¿Comandante?
¿Cómo le gusta que lo traten?
- ¡A bala!- contestó el Cura Pérez y soltó una carcajada que retumbó en el
amplio apartamento.
¿Apartamento? Sí. En un lujoso edificio de El Poblado en Medellín, a menos de diez cuadras de un comando de la policía.
- ¿Por qué se arriesga así?
- Si lee el cuento "La carta robada” de Poe, sabrá que revuelcan toda una
casa para hallar la carta y al final la ven, desnuda, sobre la mesita de centro
de la sala.
Me parece mentira estar entrevistando a este personaje, para unos un matarife y para los hombres que lo siguen un iluminado, que sabe la diferencia entre materialismo y empiriocriticismo.
Todo comenzó cuando en la redacción de FRIVOLIDAD recibimos una llamada: Que si nos interesaba una entrevista con el cura Pérez. Que lo pensáramos, que volvía a llamar. Nos reunimos en consejo de redacción y analizamos la cosa. Teníamos muy presente que una patraña similar acabó con la preciosa vida de la periodista Diana Turbay.
- ¡Pero es una chiva mundial! -exclamó Jorge, el más veterano de la
redacción.
- Bueno, y supongamos que aceptamos -dijo el director -¿A quién mandamos
a una selva inhóspita, llena de peligros?
Todos miramos a Rúa, cronista por excelencia, el mejor. Pero Carmencita, nuestra secretana (o sea secretaria y catana), nos hizo caer en la cuenta de que Rúa estaba recién vinculado y aún no le había llegado el carné del Sisbén.
- Se quiebra una pata por allá y ahí lo tenemos de por vida reclamando la
quincena sentado, tomando tinto, leyendo Condorito y mandándole la mano
a la secretaria - exclamó nuestro gerente y dio por terminada la reunión.
A los tres días volvieron a llamar.
- ¿Qué resolvieron?-preguntó el tipo.
- Amigazo -le contestó el director-, muy buena la oportunidad pero es un viaje
muy berraco…
Segundo: nadie nos garantiza que usted es confiable.
Tercero: este país es tan jodido que nos acusan de apología del delito...
- ¿Y si yo le digo que el viaje es tan largo como ir de esa oficina a un barrio?
- soltó el hombre.
- ¿Cómo así?
- Lo único que le digo es esto: su periodista no tiene que salir de Medellín.
Mañana llamo.
Otro consejo de redacción lleno de especulaciones: que el tipo era un tira (policía de civil) que nos quería enredar…Que era Rúa, nuestro cronista estrella, para aprovechar e irse de paseo para La Pintada con su zapatico (amiga feíta). Que era el novio de la secretaria, para que la dejáramos sola en la oficina y él venir a merendársela y ahorrarse lo de la pieza.
- Esperemos a ver hasta dónde llega el tipo - dijo Jorge -
… Qué sabemos que se nos aparezca la Virgen de las chivas.Si no hay
que salir de Medellín, nada perdemos.
Ocho días estuvo sin llamar el hombre y nosotros casi nos olvidamos del asunto. Pero llamó y fue más frentero: se citó con el periodista elegido para hacer la crónica (yo) en un restaurante del centro.
UNA AGUJA EN EL PAJAR
El hombre me convenció con pruebas de la presencia en la ciudad del cura Pérez. La revista decidió entonces llevar a cabo la entrevista. Además el tipo me advirtió: o la hacen ustedes o llamo a Castro Caycedo, que escribe mejor y saca las fotos grandes.
Quedamos en esto: Ese viernes yo me encontraría con el Cura Pérez junto a La gorda (famosa escultura de Botero en el Parque de Berrío, en Medellín), seis y media pe eme, cuando hierve de gente.
Debo confesar que antes de arrimar a La gorda, le tiré a los nervios seis o siete aguardientes. Me tocó esperar un rato. De pronto un vendedor de cigarrillos se me arrimó a preguntarme que si necesitaba un fósforo, y esto me pareció muy raro. Al instante llegó una monjita, y se me hizo extraño verla calzando botas pantaneras y con barba de tres días. La monjita me dijo al oído, con voz ronca y tufo de Pielroja sin filtro.
- El Padre ya viene, está pagando un club en Flamingo (famoso almacén
paisa que “fía porque confía”) -y sacó debajo del hábito media de
aguardiente y se mandó un chorro largo, de esos que chocolatean los ojos.
- En este Medellín cuando hace frío, hace frío- dijo por poner conversación.
No logramos armar la charla porque yo estaba cagado del susto y lo único que pude decirle fue que yo ponía otra media, pero si él iba por ella. Estaba sacando la plata cuando llegaron dos Toyotas nuevecitas y la monjita me empujó para que montáramos.
¿SI ES USTED?
Lo primero que se me ocurrió decirle cuando medio distinguí su rostro en la tenue luz del carro fue:
- ¿Usted sí es el cura Pérez?
- Sí -respondió.
- Escupa y no se ría -dije torpemente.
El cura escupió y me miró serio, pero se le notaba que se estaba aguantando la risita.
-Muchas gracias por aceptar esta invitación -dijo poniéndome la mano en
el hombro-.Quiero mandarle un mensaje al presidente Samper.
Disculpe que le tapemos los ojos.
Recorrimos por ahí una hora. Supe que pasamos por la carrera 70 porque me olió a mondongo. Después subimos lomas y por último montamos en ascensor. Durante el camino se hablaron asuntos baladíes. El cura le ordenó a alguno que al otro día fuera al Éxito a cambiar una camisa que le quedó chiquita.
-¡Y un condón que le quedó grande! -exclamó riéndose el que iba disfrazado de monjita. Hubo un silencio desaprobatorio y el cura dijo muy serio:
-En el monte arreglamos.
La monjita trató de salvar la cosa y se puso a adular y a contarme que el cura Pérez le había dado la primera comunión, que lo había casado y que el día que lo excomulgaran le gustaría que lo hiciera él mismo.
Cuando por fin me destaparon los ojos pude ver la figura del famoso cura: una vejez fibrosa, con muchos soles encima, cejas espesas y blancuzcas, barba y cabellos largos y canosos, dientes curtidos y un hablar por momentos apasionado, como de homilía. Los ojos, que tanto dicen, semi ocultos por unos lentes gruesos. Vestía común y corriente, como suelen vestir los personajes que quieren parecer común y corrientes.
LA ENTREVISTA
F: -Sus carcajadas me recuerdan las del doctor Otto Morales...
CP: -Y me han traído problemas. Vea le cuento: una vez nos tenía el ejército rodeados en pleno Catatumbo, Norte de Santander. Sentíamos su respiración en la nuca y andábamos sin munición. Vimos que era mejor subirnos a los árboles y quedarnos callados.
Pero me tocó en el mismo gajo con un combatiente paisa muy gracioso, que salía con unas cosas. Y le dio por contar el chiste de los dos caníbales... ¿se lo sabe?
F: -No me acuerdo, échelo.
CP: -Que estaban dos caníbales conversando en una esquina y pasa una muchacha a la que le faltaba la nariz, una oreja, media boca, una mano... Y le dice el uno otro: mirá la vieja que me estoy comiendo... ¡Juá! ¡Juá! ¡Juá! …Tuvimos doce bajas, entre ellos el paisa. Después, esculcándole el morral, le encontramos un libro: "Los mil mejores chistes”. Un infiltrado.
F: -Pero tengo entendido que la guerrilla no tiene sentido del humor.
CP: -¿Que no? ¿Usted sabe qué le dijo un oleoducto a otro?
F: -Ese es otro tema que quiero tocar. El derrame de petróleo no contribuye para nada al arreglo del país.
CP: -Este país no tiene arreglo mientras existan las desigualdades, mientras los ricos disfruten su caviar muy tranquilos…Tenemos que agudizar las contradicciones.
F: -Lo noto pesimista con el destino del país.
CP: -Vamos de decepción en decepción. El presidente Gaviria lo único bueno que hizo fue el Ministerio del medio ambiente, porque al paso que íbamos Colombia quedaría deforestada y los guerrilleros no tendríamos dónde escondernos.
F: -¿Cómo es la vida sentimental de un guerrillero, no digo de usted que cumple el celibato (¿o me equivoco?), digo de un guerrillero común?
CP: -Siempre es complicado. Cuando yo estuve en el IV Frente, un compañero se enamoró de una muchacha que vivía a todo el frente del Frente. El hombre quiso que ella ingresara como combatiente para tenerla a su lado, pero fue rechazada por pie plano. Es muy complicado que los muchachos consigan novia porque, por seguridad, tienen que hacer la visita en pelotón.
F: -Tengo entendido que usted oficia misa y todo...
CP: -Y los confieso y les doy comunión. Claro que las confesiones se volvieron un lío porque yo no podía quedarme quieto cuando alguno confesaba que iba a desertar. Mi deber revolucionario era darle dedo.
F: -¿Y qué pasa con el posible desertor?
CP: -Primero amonestación privada, después pública, si tiene acudiente se le cita y por último lo pasamos al papayo.
F: -¿Cómo los ejecutan?
CP: -¿Usted ha leído "Del asesinato considerado como una de las bellas artes"?
F: -Y a usted como cura, ¿no le da pesar?
CP: -Nunca presencio una ejecución. Me encierro a rezar por su alma o salgo a caminar.
F: -¿Cómo se divierten ustedes en el monte?
CP: -Nos encanta oír por radio los debates del Congreso. Otras veces secuestramos humoristas, como hicimos con Regina Once. Dicen que Samper tiene sentido del humor, pero es muy complicado echarle guante.
F: -¿Y cómo celebran diciembre?
CP: -Hacemos natilla, nos damos aguinaldos, hacemos el pesebre... Gozamos mucho con el pesebre porque los muchachos le hacen retencitos y a las casitas le pintan consignas. Con el marrano también gozamos porque lo disfrazamos, lo hacemos correr por el monte y lo matamos en emboscada. Lo maluco de diciembre es que con el cuentecito de perseguir globos han desertado varios.
F: -¿Cómo son sus relaciones con Tirofijo?
CP: -Somos muy amigos. Los puentes festivos salimos a acampar. Me gusta salir con él porque tiene una grabadora de las grandes, que le regaló Carlos Ledher. Nos hacemos favores, nos prestamos plata, dinamita. Cuando él se enferma yo le hago el favor de cobrarle la plata de los secuestros o el contado de las vacunas.
Don Tirofijo es muy buen conversador y hablamos de política. Él admira mucho a este político peruano Haiga de La Torre.
F: -A propósito de Ledher, ¿Existe la narcoguerrilla?
CP: -Todo el mundo tiene que ver con narcotráfico y desde hace mucho tiempo. Hace poco se reveló que la "maleta" del jorobado de Notre Dame era de doble fondo.
F: -¿Qué comen ustedes en el monte?
CP: -La verdad es que sólo cuando nos tomamos un pueblo probamos el salchichón. De resto, la dieta es a punta de plátano y chontaduro.
F: -¿Chontaduro? ¿Usted lo come, sabiendo que es un afrodisíaco?
CP: -¡Afrodisíaco! … Tal vez lo dirán porque el que coma chontaduro es capaz de comerse cualquier otra cosa.
F: -Hablemos de las minas quiebra patas, que tantas críticas han producido.
CP: -En este país sólo es noticia lo negativo. Nunca se menciona la parte lúdica. Viera usted cómo juegan los niños a la Patasola.
F: -Tengo que hacerle una pregunta obligada: ¿Por qué se vino de España?
CP: -Allá es muy complicado ser guerrillero, en cambio aquí sobran las ventajas: hay más selvas, los oleoductos son más largos, hay Caja Agraria.
F: -¿Cómo ve su futuro?
CP: -Mientras mi diosito me dé vida y licencia seguiré luchando por la liberación nacional. Claro que ya estoy haciendo planes para mi retiro: meterme a un fondo de pensiones y pasar mis últimos días en un país tranquilo.
RECTIFICACIÓN
Adelantándonos a la ley de prensa y antes de que nos entutelen o demanden, FRIVOLIDAD aclara que la anterior entrevista es apócrifa.
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